lunes, 19 de septiembre de 2011

IMAGINARIOS COLECTIVOS

“Los imaginarios no son sólo elaboraciones mentales, son también objetos donde aquellas se encarnan o desde donde ellas provienen”. (Armando Silva)

El imaginario colectivo es el conjunto de imágenes que hemos interiorizado y en base a las cuales miramos, clasificamos y ordenamos nuestro entorno. Estas representaciones interiores son tan importantes que, prácticamente, regulan nuestras vidas. Es importante precisar que el imaginario colectivo no surge de la nada sino que se trata de una construcción social en la que intervienen los diferentes grupos de la sociedad y concurren a ella todos los sectores que la conforman.

Según Jahir Rodríguez el imaginario colectivo lleva necesariamente a imaginarlo desde un amplio universo que asuma lo cultural tanto como lo político, lo estético al igual que lo funcional, lo espacial así como lo territorial, lo ético tanto como lo normativo, lo económico al igual que lo social y ambiental. Aparecen en el plano constitutivo de la ciudad valores de carácter físico, espacial y ambiental y otros de carácter social, cultural, político y económico, sobre los cuales crece el imaginario de nuestras ciudades. Ser habitante de la ciudad significa, por sobre todo, entrar en el orden de lo urbano, estar psíquicamente atrapado en dichas reglas de juego, quedar sujetado a ellas mediante acatamientos, aceptaciones y resistencias, adaptaciones o rupturas en ocasiones violentas. De esta relación de tensión entre el individuo y las reglas de juego de la ciudad, surge la denominada cultura urbana.

Por otra parte, Armando Silva señala que los imaginarios colectivos son también imaginarios urbanos, pues estudian la manera en que los ciudadanos conciben las propias ciudades y construyen un imaginario colectivo de éstas. Pero ¿Es posible hablar de identidad urbana?, Silva señala que el concepto de identidad lo entendemos más como un proceso que como un estado. O sea, vamos siendo; no somos algo definitivo y estático. El espejo como lógica refleja y mecanicista, ya no devuelve nuestra figura única y nítida. La identidad pasa a entenderse como construcción desde el otro y entonces lo poroso y difuso entra en escena. Frente al espejo uno es otro, una imagen de uno mismo pero sin cuerpo real de carne y hueso, y así el espejo gana otra metáfora: lugar donde no me veo si no representado. Las identidades urbanas pasan por el mismo proceso desmaterializador, desterritorializador, y los ciudadanos se identifican no sólo con sus vecinos de lugar (de tierra), sino con quienes están conectados.

 ALGO SOBRE ARMANDO SILVA

 Armando Silva Carvalho nació en 1938 en Olho Marinho, Óbidos (Portugal). Se licenció en Derecho, se dedicó al periodismo, a la enseñanza secundaria y a las técnicas publicitarias. Al lado de estas actividades, se dedicó a la escritura, a la crítica literaria y a la traducción. Es colaborador de la revista Colóquio / Letras, del Jornal de Letras, del Diario de Noticias, entre otras publicaciones. Pero por encima de los roles sociales este poeta tiene una tendencia natural muy evidente hacia lo burlesco, donde lo satírico y la risa hacen mella en la superficialidad de muchas actitudes, enseñando un camino hacia la posible profundidad de las realidades más insignificantes, inevitablemente metafísico.


IMAGEN MENTAL

 

Para trabajar sobre este tema he tomado como base a Jean Paúl Sartre, quien señala que la imagen mental trata de aprehender una cosa real, que existe, entre otras, en el mundo de la percepción; pero trata de aprehenderla a través de su contenido físico. Sin duda, este contenido tiene que cumplir determinadas condiciones: en la conciencia de imagen aprehendemos un objeto como análogo de otro objeto. El contenido puramente psíquico de la imagen mental no puede escapar a esta ley: una conciencia que estuviese frente a la cosa que trata de aprehender sería una conciencia perceptiva; una conciencia que tratase de aprehender la cosa sin contenido sería una pura conciencia de significado.  

 Cabe señalar que el saber en la persona no desaparece una vez que se constituye la conciencia de la imagen, ni detrás de las imágenes. Representa la estructura activa de la conciencia imaginante. El saber no puede atrapar al objeto, sino por el orden de sus cualidades.  Es decir, a través de cierta posición sin efecto de opacidad y de exterioridad; determinadas precisamente por las relaciones que se ha hecho pasar tras su espesor. Por el contrario, “el saber imaginante es una conciencia que trata de trascender, de plantear la relación como un fuera” (Sartre, Jean Paul. Lo Imaginario. Buenos Aires. Losada. 1997). El ser imaginante se presenta, pues,  como una voluntad de llegar a lo intuitivo, como una espera de imágenes. 
Entonces, el saber trata de alcanzar a un objeto determinado, la afectividad puede dar un análogo válido para varios objetos, con un valor de equivalencia afectiva común. Es lo que hace que, en el sueño, una misma persona pueda ser varias al mismo tiempo. Esta multiplicidad indiferenciada de la imagen es menos aparente durante el estado de vigilia porque, en las formaciones de vigilia, el saber impone más claramente su marca de afectividad.
Por otro lado, también podemos decir que las imágenes mentales es el lenguaje del inconsciente así como la palabra es el lenguaje del consciente. Pues todas las personas vemos diferentes imágenes mientras dormimos, obviamente lo vemos en sueños, que son imágenes en movimiento. Estas imágenes representan simbólicamente nuestras emociones.
















ALGO SOBRE JEAN PAÚL SARTRE:   (Francia, 1905-1980)
Filósofo, dramaturgo, novelista y periodista político, es uno de los principales representantes del existencialismo. Sartre nació en París el 21 de junio de 1905; estudió en la École Nórmale Supérieure de esa ciudad, en la Universidad de Friburgo, Suiza y en el Instituto Francés de Berlín. Enseñó filosofía en varios liceos desde 1929 hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, momento en que se incorporó al ejército. Desde 1940 hasta 1941 fue prisionero de los alemanes; después de su puesta en libertad, dio clases en Neuilly (Francia) y más tarde en París, y participó en la Resistencia francesa. Las autoridades alemanas, desconocedoras de sus actividades secretas, permitieron la representación de su obra de teatro anti autoritaria Las moscas (1943) y la publicación de su trabajo filosófico más célebre El ser y la nada (1943). Se le consideró un socialista independiente activo después de 1947, crítico tanto con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como con los Estados Unidos en los años de la guerra fría. En la mayoría de sus escritos de la década de 1950 están presentes cuestiones políticas incluidas sus denuncias sobre la actitud represora y violenta del ejército francés en Argelia.